noviembre 15, 2010

ADIÓS MI AMADA TAPACHULA




Era el día martes, julio 21 del 2009; pasado las 19:30 horas, fue la última vez que vi las calles de Tapachula, para nada envidiables en comparación de otros lugares, pero sí, mi linda ciudad, mi lugar natal. Partía y sin tener muchas cosas en claro, pero era el momento de marcharme. Lo siguiente, surgió en los minutos posteriores de haber abandonado la ciudad, por tierra, claro, pues no quería perderme la oportunidad de ver por última vez a “Soconusco”… Remembrando a todos, a mis amigos, mis viejas alegrías e ilusiones, no hice más que aquello que por mucho he acostumbrado a hacer: Escribir.
Espero que les guste, porque es para ustedes y por ustedes, claro, en especial mi linda gente tapachulteca. Con mi mejor aprecio y recuerdo:

Dieciocho primaveras fueron,
Esos amaneceres y esos ocasos
En tus acogedoras entrañas;
Ha pasado el tiempo ingrato
Y hoy a ti te digo adiós.
Recuerdo como si fuese ayer
Cuando por tus calles caminaba,
Cuando por ellas incansable corría
Mientras jugaba a las agarradas.
Aún tengo presente, cuando
En tu fértil tierra mis manos ensuciaba;
Donde me caí por primera vez,
Donde lloré de dolor pasajero
Cuando veía mis rodillas heridas.
Recuerdo tus hermosos campos
Donde yo corría tras mi vieja pelota,
Y cuando el viento fuerte soplaba,
Dichoso mi colorido barrilete volaba.
Tapachula, mi Tapachula;
¡Cómo podré agradecerte dime!
¿Cómo agradecer esas horas,
Cuando tras los palomares presuroso
Corría yo por tus plazas…?
¿Cómo poder pagar cada uno
De aquellos gratos momentos
De locura y romance ignoto?
¡Me voy de ti! de ti me voy;
Se va este cuerpo tan inerte,
Mas en ti se me queda el alma.
Emigro pues la injusta necesidad
Hoy no deja otro remedio;
Pero do quiera que me halle,
Muy lejos de tu presencia,
Siempre estarás en mi conciencia.
Tapachula, ¡Ya no correré
Por tus campos húmedos y verdes!
Do la esencia del café es perenne.
Ya no miraré en ti la blanca luna,
Ya no caminaré más por tus calles;
¿Y de quién me enamoraré?
Si todo cuanto amo en ti dejaré.
No respiraré ya más el bello rocío
Del jardín que daba hacia mi ventana,
Pues él se queda en ti, y yo sin él,
Y tus árboles únicos y frondosos,
Mis ojos su verde no volverán a ver.
Tapachula, mi Tapachula;
¿Qué voy a hacer ahora
Que ya no estarás conmigo?
¿Qué voy a hacer si a enamorarme
En ti me había acostumbrado?
¿Qué haré sin aquellos atardeceres
A la orilla de tu hermosa playa,
Donde al sol radiante en el horizonte,
Ocultarse veía yo con romance?
¿Qué voy a hacer sin tus paisajes?
¿Qué haré sin el agua sempiterna
De los ríos que rodeada te refrescan?
Tapachula, mi amada Tapachula,
Hoy me alejo de ti, Tapachula,
Sin conocer el día de mi retorno;
En la congoja tan envolvente
Y la melancolía desconcertante;
Entre lágrimas y pucheros,
Me voy despidiendo poco a poco
De la hermosa llanura que eres;
Esa “Perla” que tanto ama “Soconusco”.
Dios bendiga tu porvenir,
Mi Tapachula, te bendiga a ti.
Mas un favor te pido solamente:
Cuida a mis hermanos,
Quienes su amistad incomparable
Me brindaron sin condiciones;
Inúndalos de mil alegrías
Con el fresco suspirar de tu mar;
Que tu cálido y húmedo clima,
Les provea de un cómodo hogar,
Do felices ellos puedan reposar;
Y enamóralos con esos bellos paisajes,
Así como lo hiciste cuando yo pude;
Esos do el Tacaná hace alarde
Cuando el sol temprano aparece;
Con ese atardecer que protagoniza
En el horizonte de tu bella costa,
De aquel puerto que llamaron Chiapas.
Cobíjalos pues de tal manera,
Con esos dichosos días de ensueño
Que compartiste con este triste pensador,
Ese que recuerda lo que tú le enseñaste:
Amar, amarte, amar el todo y a todos.
Adiós pues mi querida Tapachula,
Mi natal ciudad amiga,
Mi linda tierra de mil prodigios,
Esa donde hoy mi gente se queda.
Recuérdame siempre tú,
Como yo lo haré fiel de ti
En mis versos, mis palabras,
Mis andares, mis descansos
Y en mi perenne soliloquio.
Dios te bendiga, Tapachula,
Deseo hoy como siempre;
Y con lágrimas en los ojos,
El corazón ahogado en melancolía
Y el alma sucumbiendo sin sosiego,
A ti, mi amada tierra costeña,
A quien entregué mis días mozos;
A ti, que hoy eres parte de mí,
Y yo siempre de ti: Te digo adiós.



“Con grande aprecio para Tapachula y su gente, a quien siempre con alegría recuerdo”

Gilberto Esteban Gómez Lara.


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noviembre 09, 2010

LO COMPLEJO QUE RESULTA DECIDIR



Mientras me hallo en situación tan tergiversada, por desconocer demasiadas cosas e intentar hacer cada una de ellas lo mejor posible, comencé de nuevo en el siglar perenne del soliloquio, y pensé en el siguiente relato.

Podría narrarlo así:

En una ocasión, un hombre partió de su pueblo natal, con el fín de hallar una mejor vida fuera de ahí. Al parecer, su necesidad era enorme y le resultaba menéster partir. Sin embargo, algo que le afligía, era el hecho de jamás haber abandonado su pueblo nisiquiera para ir de paseo, era un neófito rotundo en cuanto al trayecto se trataba. A  pesar de todo, decidió no ver a su ignorancia y darle prioridad a su necesidad.
Indicaciones de quienes conocían el camino, le habían dicho que en el punto donde el trayecto se confundía, él debía seguir por el camino más hermoso, aquel donde florecia el follaje más bello que jamás se hubiese visto y que tal rumbo, lo llevaría hacia el éxito buscado. 
Habiendo pues prestado gran atención a tal indicación, aquel hombre emprendió el viaje.
Después de varios días de caminar, y de haber seguido el mismo camino uniforme y sin variar, cuando creía que jamás hallaría su rumbo y cuando a punto de darse por vencido y retornar estaba, se situó en un lugar donde efectivamente el camino se confundía, pues en tal sitio, se intersectaban dos caminos con el que aquel hombre transitaba. Esto lo hizo pensar y tomar la decisión de ir por uno de estos dos caminos, aunque no le parecía hallar ahí a las flores y el follaje más hermoso que jamás se hubiese visto, pero le parecía más llamativo que seguir en el monótono camino que transitaba, o tomar el otro que se veia deplorable. Después de andar por un largo rato, el caminante se dió cuenta de que se había ido a meter en el hábitad de fieras y bestias salvajes, quienes tiempo después, lo habrían atacado...
Han de saber, que la desfortuna de aquel sujeto radicó en lo siguiente: En efecto, el camino que había tomado no era el adecuado, sin embargo, también es cierto que era el que más prometedor se hallaba en cuanto a belleza se trataba, en comparación con el segundo camino, o el trayecto del monótono rumbo que iba transitando. Sin embargo, también sabrán, que esos dos caminos no eran los únicos que habían, pues aquel hermoso camino de bello follaje del que alguna vez a tan desdichado sujeto le hablaron, se hallaba posterior a la curva próxima del camino original y monótono que aquel hombre llevaba.

SOLILOQUIO:
¿Falta de paciencia?... Es probable que el haberse precipitado halla sido el error más grave de aquel viajero, pues debió haber continuado por el mismo camino pacientemente, que pronto hallaría el indicado. Sin embargo, ¿Quien le iba a advertir a ese sujeto que más adelante se hallaba otro camino y que ése era el que tanto le habían mencionado?... 
Lamentablemente nadie es vidente, y mi congoja es, porque como tal viajero me hallo; no sé y quizá nunca sabré, si el camino tomado, fué el indicado; o quizá el camino correcto estaba después del primero. 
No sé, si el que debí haber tomado estaba a la vuelta de la paciencia.


Gilberto Esteban Gómez Lara



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noviembre 01, 2010

DÍA DE MUERTOS, TRADICIÓN NUESTRA.

Imagen tomada de CEJA GÜERA
Hace unos días, previos a nuestro mexicanísimo festejo del “Día de muertos (‘Jalogüiniano’)”, mientras paseaba con una persona por las calles del centro de la ciudad donde resido, se nos ocurrió visitar un pequeño mercado improvisado en una plaza del mismo lugar, especialmente instalado por el “Día de muertos”. Esto, debido a que por trabajar en el medio educativo al igual que yo, mi acompañante necesitaba una calaverita para una actividad con sus pequeños párvulos.

El dilema radicó, en que al llegar a uno de los tantos puestos, y hacer espera ahí por la adquisición de un producto, tomé y tomé fotografías de todo lo que vi; de pronto, apareció una cara igual de lúgubre y arrugada que las máscaras que retrataba; era una señora, la encargada del puesto quien casi se me venía encima por haberle sacado unas cuantas fotografías a sus disfraces que tenía en exhibición. He de reconocer que pasmado quedé por lo sucedido, pero no sabía si era por el reclamo, o por el asombroso trabajo de la señora por darle un toque magnífico a su atuendo y rostro, como para ponerse en ambiente a los festejos (ay, lo que es necesario hoy en día con tal de vender), y fue algo tan peculiar, ¡porque hacía parecer que su aspecto era real!... (¿O si era real?) Como sea, lo que yo aún  no logro explicarme es el porqué de su desencanto por unas simples fotografías que un transeúnte tomaba, evidentemente estaba yo capturando instantes por doquier; además,  ¡le consumimos!... y fue entonces cuando pensé y dije, ¿será que algún sentimiento de culpa la hizo reaccionar así?

Amigos lectores, déjenme comentarles que, es probable que muchas personas como la fémina que me reclamó, tomen actitudes como estas ante tan noble acto, porque muy en el fondo se han de dar cuenta que lo que hacen no es tan correcto, sin embargo, recurren a eso porque algo tienen qué comer, algo tienen qué vender porque de algo tienen qué vivir; y qué importa si nuestras tradiciones se van al carajo o peores culturas nos invaden, Nadie se atreve a combatir contra algo que parece tan avasallante, que creen que no vale la pena (yo muchas veces).

Les comento esto, porque al asomarse una vez más por estas fechas, uno se da cuenta de que con el paso del tiempo, cada vez son menos los que saben y más los que ignoran. Vemos hoy en día a montones de gente por ahí, haciendo sus fiestas de “Jalogüin” y promoviendo la fiestas de disfraces, sobre todo en una juventud tan neófita como la mexicana, a tal grado que cuando llega el 1 de noviembre, todos están ebrios y crudos, que prefieren ni acordarse de lo que se celebra, y llega el día 2; y aún siguen con la resaca, porque han de saber, que hoy el alcohol ya no es fundamento de las fiestas como antes, hoy en día lo natural es tomarse un buen de químicos e hidrocarburos para que la cosa tenga sentido; el tequila a los jóvenes de hoy, ni rasguño les hace. Y vemos las grandes masas de mexicanos agringados, llevando a sus hijos a pedir calaveritas, con sus mexicanísimas máscaras de “chuqui” y quién sabe cuánta cosa más. Brujas, diablos, hechiceros, en fin; eso sí, orgullosamente mexicano. Y pocos se acuerdan de ir por unas flores de cempaxóchitl, preparar un altar o disfrutar de un buen día familiar adornando las tumbas por los cementerios de queridos difuntos que se nos adelantaron.

¡No!... eso ya está pasado de moda… Hoy, en México pocos visitan un cementerio por miedo a que se abran las tumbas y nos vayan a salir unas momias por ahí, o algún monstruo, porque nuestra nueva tradición “jalogüiniana” así nos lo recita. Se ha perdido poco a poco la inocente convivencia familiar recordando a un ser querido, la hemos cambiado por una sarta de pachangones enmascarados. Al parecer, con el paso del tiempo, cómo nos ha ido afectando nuestra extrema cercanía con el gigante vecino del norte, el monopolio televisivo, cinematográfico, musical, por mencionar algunos. Hoy en día son muy pocos los que recuerdan fielmente una tradición, sin importar la que sea; muertos, patria, navidad, año nuevo, si las costumbres del otro lado son más bonitas. Y al ver todo esto, lo único que me hace eco en la mente es: Mediocres, malinchistas e ignorantes. No quiero ofender a nadie, por lo que este punto de vista, es muy particular, y si el saco les queda, pues será de ustedes, y si no, pues pásenselo al de a lado.

Por cierto, ¿No me dan mi calaverita?... ¡Un saludo a todos y gracias por sus comentarios!

 ¿Cempaxóchitl?: ¡Cempasúchil pues!

SOLILOQUIO:
Por ahí dicen, que tan preocupada anda la “catrina”, porque ya nadie se acuerda de ella, a tal grado que también ella salió a pedir su calaverita. Sin embargo ha carecido de éxito, porque después de visitar las casas, de forma burlesca le dicen que su atuendo no tiene chiste, a tal grado, que ya considera notablemente, para el año que viene, comprarse un disfraz de brujita y haber si le pueden dar algo para comer, porque casi nadie le deja alimentos en los altares, al parecer, ya ni altares hay, y con tanto muerto qué alimentar…


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