julio 06, 2011

De la alegría idiota a las letras sin sentido


'Sus ojos asiáticos llenos de alegría idiota', así decía el cuento que leí muy de mañana e instintivamente sonreí.
Sonreí por la palabra idiota y por que me imagine un oriental con los ojos más pequeños que de costumbre, pero sonreí aun más por su sonrisa que no conocía.
La verdad, no me imagino a nadie sin ese bello movimiento de cara, sin esa luz que quizá no se refleje en la mirada, pero las sonrisas, que poderosas son.
Como una extraña costumbre seguramente no terminaré hablando de lo que comencé a escribir, la mente va de un lado a otro y de las sonrisas a las lágrimas en un minuto o menos, sin embargo sigue siendo chistoso tratar de imaginarme a un asiático con alegría idiota, sí, tan idiota como yo, o como cada uno de nosotros que por las mañanas nos levantamos repletos de fe y esperanza, que elevamos miradas al cielo, porque dice Balzac que, cuando queremos algo del cielo hay que dirigir nuestra mirada a Dios, o quizá es cuando queremos algo de Dios hay que dirigir nuestra mirada al cielo, da igual, las sonrisas no son del cielo, ni tampoco de Dios, son nuestras y de cada quien depende a quien le damos nuestra alegría occidental.
Sí, como de costumbre seguramente todos creen que me enredo entre mis propias palabras, que hablo con demasiadas metáforas o qué estoy un poco loca, pero no piensen que es locura, tal vez que es insomnio o falta de comprensión, pero locura, jamás. De hecho todos estamos locos, sí, tan locos como los idiotas asiáticos que sonríen, tan locos como para creernos unos a otros promesas absurdas que cantamos cada mañana, tan locos como para imaginarnos la utopía en medio de un idilio fantástico, tan locos que nos comenzamos a volver cuerdos, normales, metódicos y seguidores de una multitud acallada por los cañones de la guerra y la injusticia. Tan cuerdos que los únicos locos son como el que pasa por mi casa mentando madres a las seis de la mañana, y regresa al medio día con una bolsa cerca de su nariz, tan cuerdos nos volvemos que las sonrisas de los asiáticos nos parecen extrañas, e incluso las propias también. Tan faltos de delicadeza, tan exagerados en seriedad y en ética, dejamos de ser locos para volvernos unos corderos que se aproximan al matadero y dejamos de pensar que lo pequeño es lo más elemental y que ya a nadie le importa, por que la vida toma otros rumbos, y las sonrisas dejan de ser sinceras, y entonces los ojos comienzan a llenarse de otro tipo de alegrías, alegrías baratas y más estúpidas que idiotas.
No como la del asiático del cuento, que también tenía bigote y preparaba bisquets en alguna ciudad muy parecida al Distrito Federal, lo más curioso de todo, es que no recuerdo el por qué de su alegría, tal vez porque aun no he terminado de leer el cuento, y por que tal vez no haya necesidad de explicación alguna, la alegría es simplemente eso, pura, sincera o idiota, pero en todos los casos la misma luz...

Para todos los que nos olvidamos de los pequeños detalles que nos hacen la vida, y que nos dan la alegría de simplemente tirarnos sobre el pasto y recordar que todo ' es sencillo pero imperceptible a simple vista...'

1 comentario:

Tabúsoliloquio dijo...

Mantengo la esperanza que vuestra retirada solo es temporal, porque aunque esporádicas, vaya magnificas entradas que fluyen de vuestra sapiens. Muchas gracias chica, magnifico soliloquio.