marzo 08, 2017

Mis Mujeres

Soliloquio Sobre la Mujer

Fue una mujer quien me cedió sus aptitudes biológicas para que pudiera yo existir. Me alimentó y me proveyó de las suficiencias necesarias para que al pasar los años pudiera afrontar los desafíos que el vivir me exigía.
Tengo una madre que me ama por encima de las adversidades, una hermana a la que quiero con la vida entera, un par de abuelas quienes con cariño a veces alcahuete me protegen demostrando que me quieren y me casé con un ser maravilloso; una mujer a quien tengo la dicha de llamarle esposa.
En mi círculo social inmediato existen más mujeres. Aquellas que con instinto maternal han dado parte de su vida para instruirme. La primer figura académica que vi en mi vida era una mujer. La maestra Chabelita que después de mi madre y abuela, fue la primer mujer en aguantarme lo suficiente como para no traumarme en el kinder. Crecí, como cualquiera, rodeado de amigos varones y muchas mujeres. Estadísticamente son más ellas en el mundo que nosotros. Más mujeres estuvieron cerca de mi; amigas que se acercaban para platicar y jugar cuando niño. Compañeras de escuela con quienes compartíamos tareas y curiosidades... Con el tiempo muchas han quedado y muchas más se han alejado a causa del destino.
Cuando lees en el periódico sobre movimientos que convocan a la movilización femenina bajo el emblema de Un día sin mujeres; ¡Vaya transgresión que nos viene de la vida! ¡Qué diablos! ¿Cómo podría siquiera yo imaginarme un día sin una sola mujer? ¿Cómo podría amanecer sin ese beso matutino acompañado de un Te amo, sin esa mensaje vespertino de mi madre saludándome y preguntando cómo estoy, sin esa llamada al teléfono de la abuela que habla desde Chiapas para preguntar por su nieto, sin la broma que te juega una hermana cada cuando que te ve...? ¿Cómo pudiera ser posible tal calumnia?
La historia no habla muy bien de nosotros, ¡de nadie! Por mucho tiempo han sido reprimidas, ignoradas, lastimadas y muchas otras abusadas. Pero qué cosa tan espantosa tan solo pensar qué pasaría si de pronto todas desaparecieran.
Les debemos muchas disculpas. Necesitamos aún de ellas muchos perdones. A ellas, a mis mujeres, las de mi vida; les debo el arrepentimiento por muchas barbaridades que por descuido o mala intención les he faltado.
¡Pero no se vayan nunca! Tenemos aun qué permanecer luchando no solo por ustedes, sino por todas las injusticias que existen por todas partes. Progresar hasta que entendamos que hablar de igualdad será comprender lo mucho que todos, hombres o mujeres, nos necesitamos para como especie poder permanecer.
Esta vez no celebraré por mis mujeres, sino intentaré compartir y comprender sus aflicciones. Estoy seguro que en todo encontraré una enorme dosis de amor, necesitada por ser correspondida.

GGL

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